La población de Bohemia, de mayoría protestante, se sintió disconforme tras la proclamación, en 1617, de Fernando II de Habsburgo como su rey, ya que era profundamente católico.

El enfado fue en aumento a medida que el nuevo regente iba aplicando medidas en contra de la libertad de culto en general y de los protestantes, en particular. La insurrección, dirigida por los representantes de la aristocracia, estalló el 23 de mayo de 1618. Consiguieron capturar a los condes Martinitz y Slavata, gobernadores imperiales y consejeros de Matías II, emperador germánico y rey católico de Bohemia, en el castillo de Hradcany, en Praga.

Ante la resistencia de los oficiales los arrojaron por la ventana. Por suerte para ellos, debajo había un montón de estiércol que les salvó la vida. Este hecho que pasaría a la historia como la tercera Defenestración de Praga acabaría por convertirse en una guerra a escala europea, la Guerra de los Treinta Años.

Este hecho dio ánimos a los protestantes para rebelarse abiertamente contra la autoridad imperial y católica.

El incidente fue aprovechado por las dos partes: los protestantes vieron en él el símbolo de su liberación, y los católicos el de la barbarie de los protestantes. Los nobles checos, al designar un rey efímero en la persona del elector del Palatinado Federico V, arrastraron a toda Europa al conflicto que hizo resurgir las rivalidades políticas, económicas, territoriales y religiosas.

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