La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los niveles de sonido a los que se expongan nuestros oidos no superen los 65 decibelios (dB). Una exposición a un sonido superior a 85 dB supone un riesgo de pérdida auditiva si se repite en el tiempo.

El ruido constante puede suponer un problema que dañe nuestra audición a lo largo de la vida. Lo hace de forma lenta y progresiva, pero el daño producido es permanente e irreversible. Según la OMS, la hipoacusia o pérdida de audición es la tercera patología que involucra años de vida con discapacidad. No es raro que una persona de 40 años manifieste problemas de audición que antiguamente sucedían a partir de los 60.

La Comisión de Audiología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) señala que las principales fuentes de ruido intenso proceden del hábito de escuchar música con auriculares, de la asistencia a conciertos y lugares de ocio, y del tráfico rodado en las grandes ciudades.

La OMS estima que la mitad de las personas entre 12 y 35 años, en los países desarrollados, escuchan dispositivos electrónicos a niveles inseguros. En 2020, un estudio alemán en International Journal of Audiology concluye que el 85% de los estudiantes utiliza reproductores de música, y uno de cada cuatro a más de 85 dB de intensidad.

Para hacernos una idea, 40 dB es nivel de conversación normal; 70 dB, una aspiradora; 90 dB, tráfico; 110 dB, un concierto; y 130 dB, un avión despegando.

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