Benín es un país del oeste de África, situado entre los límites de Togo, Burkina Faso, Nigeria y Níger. Allí se fundó en 1625 el reino de Abomey, que fue regido por 12 reyes hasta el año 1900.

Cada uno de estos reyes, con excepción del rey Akaba, edificó su propio palacio, en la misma área fortificada. Es por eso que el legado cultural y arquitectónico de tantos años supera todo lo imaginable.

El poder militar y comercial que adquirió el imperio con el paso de los años hizo que cada uno de esos palacios fuera más lujoso y fascinante que el anterior. Durante siglos, fue decorado con murales, esculturas y relieves, y en 1985 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Aunque hace más de un siglo desde que se diluyó el poder del imperio de Abomey, los edificios guardan hasta hoy su función ritual: son utilizados para ceremonias tradicionales que mantienen vivo el espíritu del pueblo.

La mayoría de sus fachadas fueron decoradas con grabados en barro, tallados con imágenes que hoy constituyen el único documento histórico de un pueblo sin escritura propia ni documentos escritos.

Es por eso que las figuras que pueden observarse allí son de gran importancia para reconstruir el pasado de Abomey. También se grababan efigies de animales mitológicos, cada uno de ellos relacionado con alguna característica atribuida al rey a quien pertenecía el palacio en cuestión. Un excelente ejemplo de ello es la Sala de las Joyas, palacio de uno de los primeros soberanos.

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