Hace 40 millones de años, Wadi al Hitan (El valle de las ballenas, en árabe) era mar. Hoy, en pleno desierto, horadado en la arena, un edificio se mimetiza con el entorno.

Proyectado por el arquitecto Gabriel Mijail, ha sido construido con materiales naturales e inspirado en la naturaleza. Emplea energía solar y ventilación natural. Es un ejemplo para los edificios que se proyecten en otras áreas protegidas.

Se trata del Museo de Fósiles y Cambio Climático de Wadi al Hitan inaugurado en enero de 2016; es el primer museo dedicado al cambio climático de Oriente Próximo, y en él se levanta acta del fenómeno natural que trastocó su paisaje y de la fascinante evolución de las gigantescas ballenas que habitaron su páramo.

Ubicado en la provincia agrícola de Fayum, a unos 170 kilómetros al suroeste de El Cairo. Está financiado por la agencia de cooperación del Gobierno italiano y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

La joya de la galería es el fósil del Basilosaurus isis (por la diosa egipcia) un antepasado de las actuales ballenas.

Pertenece al género de los cetáceos arqueocetos que aparecieron durante el Eoceno tardío, y se extinguieron hace unos treinta y seis millones de años alcanzados por el Grande Coupure.

Su esqueleto (cuerpo alargado y dos patas posteriores que lo alejan de las ballenas actuales) ocupa el centro del museo junto a restos fósiles del Dorudon atrox, otro cetáceo coetáneo del basilosaurio que le sirvió de alimento.

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