El salto de esquí es un deporte de invierno que consiste en deslizarse con esquís por un trampolín y conseguir así un salto bien ejecutado a la mayor distancia posible. La longitud del salto y otros factores como la posición, control y aterrizaje influyen en la puntuación final.

El trampolín de salto, una estructura especialmente diseñada para la práctica de este deporte, está formado por una rampa en la que el competidor se desliza hacia abajo y en cuyo final se inicia el despegue, y una pendiente de aterrizaje.

A fines del siglo xix se disputaron en Noruega los primeros eventos de salto de esquí, y durante el siglo xx el deporte se extendió por el resto de Europa y América del Norte.

El salto de esquí está presente en los Juegos Olímpicos de Invierno desde su primera edición en Chamonix 1924, y en el Campeonato Mundial de Esquí Nórdico desde 1925.

Además, junto con el esquí de fondo, constituye el grupo tradicional de las modalidades de esquí nórdico. La combinada nórdica, otro deporte olímpico, consiste en una combinación de esquí de fondo y saltos.

El austriaco Stefan Kraft ostenta desde 2017 el récord del salto de esquí más largo, de 253.5 metros, en el trampolín de Vikersund en Noruega.

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