El lejano Tíbet, junto a los Himalayas, con sus templos y palacios budistas, constituye un lugar tan difícil de alcanzar como hermoso y fascinante. Si todo viaje en tren es especial, este que transcurre por uno de los territorios más extremos del planeta, sin duda, resulta una aventura tan singular como imborrable.

Si hablamos de números, el Transtibetano –llamado también tren de Qinghai-Tibet o Tren de las Nubes– ostenta varios récords. Es la línea férrea más alta del mundo: 960 km de raíles ubicados a 4 000 m sobre el nivel del mar, alcanzando en un punto los 5 072 m de altitud.

Este ferrocarril es el primero en conectar con el resto de China la Región Autónoma del Tíbet, que debido a su altitud y terreno fue la última entidad provincial de China continental sin tener línea de ferrocarril.

Para el régimen chino, su construcción supuso una proeza, pero no todos lo vieron igual: para los tibetanos es una forma más de colonización china y, para los ecologistas, un atentado contra el medio ambiente. En todo caso, fue un proyecto sin precedentes en la historia de la Humanidad, tal y como afirmó en su solemne inauguración en 2006 el primer ministro chino Zhu Rongji.

En algo más de dos días, el tren atraviesa 4 300 km desde Shanghái a Lhasa. Su velocidad es de unos 120 km/h en los tramos convencionales y 100 km/h en las vías ancladas al permafrost.

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