Antíoco IV Epífanes, (en griego, 'el Ilustre') nació en el año 215 y murió en el año 164 a.C. Fue rey de Siria entre 175 a 164 a.C. Perteneció a la dinastía seléucida desde 175 a.C. a 164 a. C.

Estuvo en guerra contra Egipto y derrotó a dos de sus reyes, Tolomeo VI y Tolomeo VII. Cuando tomó Jerusalén, prohibió el judaísmo e intentó establecer el culto a los dioses griegos. Tuvo un hermano llamado Seleuco IV Filopátor que gobernó por poco tiempo antes que él, hasta que Heliodoro, tesorero suyo, lo mató por ambición.

Ascendió al trono tan pronto su hermano Seleuco murió envenenado, suplantando al joven Demetrio, hijo de Seleuco, el cual estaba detenido como rehén en Roma. Ante el vacío de poder, Antíoco se las apañó para ejercer su dominio en Siria.

Pero si durante su estancia en Roma había dado muestras de adaptar la mentalidad romana, la realidad era muy otra. A Antíoco su estancia en Roma sólo le sirvió para enamorarse de la cultura helenística.

Se volvió un partidario acérrimo del Helenismo. Cuando ascendió al trono y eligió un ministro más de fiar, gran parte de su tiempo las dedicó a embellecer Atenas y otras ciudades helenísticas.

Bajo el liderazgo del sacerdote judío Matatías (fallecido hacia el 166 a. C.) y sus hijos, los Macabeos, los judíos se revelaron (167-160 a. C.) y expulsaron a Antíoco de Jerusalén.

Su reinado fue la última época de fuerza y esplendor para el Imperio seléucida, que tras su muerte, comenzó un progresivo declive.

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