El velatorio, o momento de velar a los muertos, es una costumbre extendida entre las diferentes religiones, donde familiares y amigos del difunto se reúnen para dar el último adiós a la persona que acaban de perder, una oportunidad para celebrar la vida y despedirse de un ser querido.

El origen de los velatorios se remonta a la época medieval, donde las condiciones de salud e higiene no eran las idóneas. Independientemente de la religión, los cuerpos descansaban en el sepulcro, o incluso en el hogar del difunto, después de la muerte, pero durante 3 días, familiares y amigos se acercaban para despedirse.

El estaño era el material usado para construir platos y utensilios de cocina, y no eran pocos los casos de personas que habían sufrido envenenamiento por este material, produciéndole un estado de catalepsia de varios días.

La catalepsia deja el cuerpo de quien la padece aparentemente muerto. Las constantes vitales se reducen al mínimo, indetectables en aquella época y lo que podía parecer un cadáver, era simplemente el efecto del estaño en el sistema.

El velatorio se convirtió entonces en la última esperanza de familiares para detectar señales de vida en el cuerpo y demostrar que solo se trataba de un estado pasajero producido por el envenenamiento.

Esta costumbre se repite alrededor del globo y los motivos son siempre los mismos. En Irlanda el culpable era el plomo, usado en las barricas que fermentaban la tan apreciada cerveza.

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