«Damnatio ad bestias» que en latín quiere decir «condena a las fieras», fue una forma de ejecución empleada en la Antigua Roma. La víctima era arrojada a la arena del circo para que sea devorada por los leones.

Esta pena era aplicada principalmente a los peores criminales y a los primeros cristianos y nos recuerda el relato bíblico del profeta Daniel que fue arrojado a la fosa de los leones por orden de Darío, rey persa; milagrosamente los leones no le atacaron y Daniel sobrevivió.

Los leones eran raros en la Antigua Roma y los sacrificios humanos fueron prohibidos, según la leyenda, por Numa Pompilio en el siglo VII a. C.. La «damnatio ad bestias» no apareció como una práctica espiritual de sacrificio, sino más bien como un espectáculo.

Al condenado se le podía atar a un poste o ser forzado a asumir el papel protagonista de un personaje mitológico despedazado por una bestia (por ejemplo, el suplicio de Prometeo, a quien un águila le devoraba su hígado diariamente, porque cada día le volvía a crecer).

Las fieras eran azuzadas por ayudantes que les enfurecían con muñecos, trapos o pinchos. Además de los leones, se utilizaban otros animales salvajes, como osos, tigres, leopardos, panteras negras y toros.

Las «damnatio ad bestias» se llevaban a cabo por la mañana o antes de los combates de gladiadores, cuando el público era particularmente numeroso.

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