Kaliningrado es uno de los cuarenta y siete óblasts que existen en la Federación Rusa, y el único de ellos que está separado del resto del territorio ruso, enclavado entre el mar Báltico, Lituania y Polonia.

Pero este territorio no siempre ha estado bajo la esfera de Rusia. Antes de ser anexionado por el Kremlin, la región pertenecía a la desaparecida Prusia.

Tras la ofensiva soviética contra la Alemania nazi y la firma del acuerdo de Potsdam, el territorio de Prusia Oriental quedó dividido en tres partes: una para Polonia, otra para Lituania y otra para Rusia.

La ciudad de Königsberg y su área circundante pasó a ser el óblast de Kaliningrado, bajo el control de Moscú. El nombre se eligió en honor a Mijaíl Kalinin, uno de los fundadores de la URSS y presidente del Soviet Supremo de la URSS entre 1938 y 1946.

El Gobierno soviético aplicó allí las mismas políticas que en el resto de la URSS, y Kaliningrado se convirtió en un reflejo social, étnico y político del sistema soviético.

Kaliningrado también es un importante enclave estratégico desde los tiempos de la Guerra Fría. Este territorio ha ofrecido a Moscú un punto de acceso al mar Báltico desde el que ejercer presión sobre el bloque Atlántico.

Desde que se lo anexó en 1945, el Kremlin ha sabido sacarle partido a este enclave y desde entonces ha sido una pieza fundamental en la estrategia defensiva de Rusia en el norte de Europa y su separación geográfica, es una ventaja geopolítica para Rusia.

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