En la mineralogía, el diamante es un alótropo del carbono. Es la segunda forma más estable de carbono, después del grafito, sin embargo, la tasa de conversión de diamante a grafito es despreciable a condiciones ambientales.

El color del diamante se refiere a la tonalidad natural con la que fue encontrada la gema. Los diamantes clasificados con mayor calidad son aquellos que son absolutamente incoloros y son los que más valor alcanzan.

En el ámbito de la joyería se conoce una escala de clasificación que otorga la letra ‘D’ a los diamantes incoloros; ‘G’, ‘H’ e ‘I’ a los que cuentan con una ligera tonalidad amarilla casi imperceptible; llegando hasta el rango que comprende de ‘S’ a ‘Z’, diamantes con un color de gran intensidad.

El diamante es el material natural más duro conocido hasta el momento ( en 2009 se iniciaron estudios que parecen demostrar que la lonsdaleíta es un 58% más dura), donde la dureza está definida como la resistencia a la rayadura.​

El diamante tiene una dureza de 10 (la máxima dureza) en la escala de Mohs de dureza de minerales.

La formación del diamante natural requiere condiciones específicas, a un rango de temperatura comparativamente bajo que va desde aproximadamente 900-1300°C.

Casi tan complicado como que se generen diamantes, es que hagan su aparición en la superficie terrestre, para que esto ocurra, tiene que darse una erupción volcánica a gran profundidad, la fuente de magma tendría que encontrarse a 150 kilómetros o más de profundidad.

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