Los galos eran un pueblo celta originario de Bohemia y Baviera. Su irrupción fue el último episodio de un fenómeno migratorio de pueblos centroeuropeos hacia el Mediterráneo que venía dándose desde la Edad del Bronce.

En la península Itálica, diversas poblaciones celtas se habían establecido en las regiones septentrionales tras haber atravesado los Alpes: los ínsubres en el Ticino; los boyos cerca de Bolonia, que tomó el nombre de este pueblo; también los lingones, los cenomanos y los senones.

Brenno, en el año 390 a.C., tras traspasar Etruria llegó hasta la frontera del Lacio, donde derrotó al ejército romano en el río Allia. Penetró después en Roma y la saqueó, con excepción de la colina del Campidoglio, defendido con éxito por los romanos.

En Roma los senadores esperaron inmóviles en el edificio del Senado la llegada de los galos; éstos, al verlos, creyeron que eran estatuas hasta que uno de ellos acarició la barba de un senador. Éste abofeteó al galo desencadenándose a continuación una matanza de senadores. Los romanos se refugiaron en el Capitolio. Allí se hicieron fuertes, considerándose seguros, pues resultaba muy difícil escalar las escarpadas rocas de la colina.

Quedó para la historia el episodio de la espada, que el jefe galo lanzó en la balanza para obtener más oro por el rescate de la ciudad. Brenno era en realidad, en lengua celta, el nombre de un cargo, "comandante".

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