Freya, dueña de una gran belleza, es una de las diosas nórdicas más adoradas dentro de mitología vikinga. Diosa de la fertilidad, el amor, la belleza y por supuesto, de la lujuria.

Hija del Dios Njörðr y su hermana Nerthus. Freya encabezaba a las Valkirias, guerreras vírgenes que Odín enviaba para socorrer soldados caídos en batalla. Vivía en un palacio en el Asgard llamado Fólkvangr, donde acogía a la mitad de los soldados caídos en combate. Su historia está relacionada más bien con el combate y la guerra.

Invocada cuando se necesitaba garantizar la fertilidad de la tierra. También se le rezaba durante los partos, permitiendo nacimientos saludables de niños hermosos.

Freya lloraba lágrimas de oro rojo cuando su esposo, el dios Od, la abandonaba por largas temporadas, pero gozó de la compañía de muchos amantes, aunque su preferido siempre fue su hermano Frey.

La manifestación principal de la diosa Freya es la regeneración y la libertad vital. Era la ásynjur que más plegarias de amor recibía. Era costumbre beber a su salud en las ocasiones más solemnes.

Solía desplazarse en un carro tirado por dos grandes gatos: Trjegul y Bygul. Poseía un jabalí, Hildisvini, que actuaba como talismán protector en las guerras.

Freya portaba un collar de oro (Brisingamen), que representa el sol y el paso del día a la noche. Vestía una enorme capa fabricada con plumas de halcón (Valshamr) que le permitía transformarse en cualquier ave y surcar los cielos a su antojo.

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