La primera referencia que tenemos sobre algo parecido a la pasta de dientes viene de Egipto. Para conocer el origen de la pasta dental debemos remontarnos 4 000 años atrás en el tiempo.

Era muestra de urbanidad mostrar dientes blancos y alineados. En el antiguo Egipto, los dentistas ya conocían los efectos nocivos de una dentadura descuidada y sugerían remedios para conservarla en buen estado.

En antiguos textos de esta civilización se hace referencia a la existencia de un producto muy abrasivo, conocido como "clister", y dotado de un intenso sabor que se fabricaba con piedra pómez pulverizada, sal, pimienta, agua, uñas de buey, mirra y cáscara de huevo.

En algunos casos, para prevenir el mal aliento y mantener los dientes blancos, se incluían hojas de menta y flores.

Alrededor del año 550 a.C., en la antigua Persia también era práctica común limpiarse los dientes. Los antiguos persas elaboraban una mezcla a base de una tintura y agua boratada que aplicaban en los dientes y encías con un pincel, accediendo.

En el mundo grecorromano del siglo I a.C. era común el uso de productos naturales para lavarse los dientes. Incluso se llegó a utilizar la orina humana como dentífrico, ya que contiene grandes cantidades de amoníaco, lo que permite una limpieza del esmalte gracias a sus propiedades blanqueadoras.

En la antigua China, antes de que los dentistas chinos inventaran el cepillo de dientes, empleaban huesos y espinas de pescados para limpiar la dentadura.

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