Los filamento de tungsteno de una lámpara incandescente están formados por un alambre extremadamente fino, mucho más que el de un cable cualquiera.

Los primeros filamentos de bombillas de luz comercialmente exitosos se fabricaron con papel carbonizado o bambú. Los filamentos de carbono tienen un coeficiente de resistencia de temperatura negativo: a medida que se calientan, su resistencia eléctrica disminuye.

Esto hizo que la lámpara fuera sensible a las fluctuaciones en la fuente de alimentación, ya que un pequeño aumento de voltaje haría que el filamento se calentara, reduciendo su resistencia y haciendo que consumiera aún más energía y calor.

Los filamentos de carbono se "flashearon" calentándolos en un vapor de hidrocarburo (generalmente gasolina), para mejorar su resistencia y uniformidad.

Los filamentos metalizados o "grafitizados" se calentaron primero a alta temperatura para transformarlos en grafito, lo que fortaleció y suavizó aún más a aquellos. Estos tienen un coeficiente de temperatura positivo, como un conductor metálico, que estabiliza las propiedades de funcionamiento de las lámparas frente a variaciones menores en la tensión de alimentación.

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