En 1859 el matemático y astrónomo francés Urbain Le Verrier dijo haber descubierto evidencias de la existencia de un hipotético planeta (Vulcano) ubicado en las cercanías del planeta Mercurio. Sin embargo, adjudicó la falta de evidencias físicas debido a la interferencia de la órbita de Mercurio.

Le Verrier propuso la existencia de un pequeño planeta que perturbaba la órbita de Mercurio dando así una explicación razonable a la extraña trayectoria de dicho planeta.

No era la primera vez. El propio Le Verrier había realizado una predicción similar basada en las irregularidades de la órbita de Urano. Y sus cálculos permitieron localizar el planeta Neptuno.

La suma del enorme prestigio de Le Verrier, el éxito del descubrimiento de Neptuno y la absoluta confianza en la ley de Newton motivaron a muchos astrónomos para intentar la muy difícil tarea de encontrar ese cuerpo. Incluso se propuso un nombre, Vulcano, que parecía apropiado dada la cercanía al Sol y a la alta temperatura que sufriría. Pero encontrar un objeto tan pequeño y tan cerca del Sol estaba en los límites de lo que podía localizar la tecnología de entonces.

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