A mediados de siglo XIX, la pugna ideológica entre conservadores y liberales fue muy apasionada. Uno de los conflictos más trascendentes y de mayor magnitud fue la denominada "cuestión del sacristán" que involucró al arzobispo de Santiago, Francisco Martínez Garfia, y al gobierno de Manuel Montt en 1856.

El conflicto se inició en el mes de enero de 1856, cuando el deán o sacristán mayor de la Catedral Metropolitana de Santiago, expulsó a un sacristán llamado Pedro Santelices, acusándolo de haber destrozado de una pedrada la claraboya de la sacristía, además de beber junto a sus amigos el vino consagrado.

El sacristán, y luego otros sacerdotes, recurrieron a distintos tribunales, y finalmente la Corte Suprema de Jusitcia le dio la razón a los clérigos, exigiendo la reintegración del sacristán. El arzobispo de Santiago desconoció la resolución de la Corte Suprema, cometiendo el delito de desacato y exponiéndose a ser arrestado e incluso exiliado.

Montt, en una incómoda situación, gozaba de la antipatía de la Iglesia. Garante del estado de derecho, no podía oponerse a la ejecución del fallo. Pero hacerlo ejecutar generaría una situación favorable a sus opositores. El arzobispo recurrió a él en su calidad de “Protector de la Iglesia”, prerrogativa de los presidentes de la república en el siglo XIX.

Finalmente Montt intercedió y evitó el arresto del arzobispo. Algunos conservadores se alejaron del gobierno y fundaron otro partido. Así, terminó la República Conservadora

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