Un fósforo, cerilla, cerillo, mixto o misto, es un utensilio fungible, consistente en una varilla de material combustible con un extremo recubierto por una sustancia tal que, al frotar la cabeza contra una superficie rugosa adecuada, el calor producido por la fricción hace llegar la cabeza a la temperatura de ignición y esta se enciende.

En China se utilizaban cerillas desde al menos el siglo X d. C. Eran palitos de pino impregnados de azufre, que se prendían al contacto con una chispa. No hay constancia de que aquello llegara a trascender a la ciudadanía, o supusiera lo que siglos después supuso la cerilla. Más de mil años después, en Occidente, tendrían lugar los primeros experimentos.

Antes de usar fósforos, a veces se encendían fuegos con un espejo ustorio para enfocar el sol en la yesca, un método que solo podía funcionar en días soleados. Otro método más común era encender la yesca con chispas producidas al golpear sílex y acero, o al aumentar bruscamente la presión del aire en un pistón de fuego.

Los primeros trabajos habían sido realizados por el alquimista Hennig Brand, que descubrió la naturaleza inflamable del fósforo en 1669. Otros, incluyendo a Robert Boyle y su asistente, Ambrose Godfrey, continuaron estos experimentos en la década de 1680 con el fósforo y el azufre, pero sus esfuerzos no produjeron métodos prácticos y baratos para generar fuego. Sería a partir del siglo XVIII cuando surgieron lo que se podrían considerar los primeros fósforos modernos

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