Petra, que significa “excavada en piedra” en griego, fue construida tallando la roca de la región montañosa de Edom (Jordania) por los edomitas en el siglo VIII a.C. pero alcanzó su mayor esplendor en el siglo VI a.C. bajo el dominio nabateo, un pueblo que se desarrolló en lo que actualmente son territorios de Jordania y Palestina.

El asentamiento de Petra se localiza en un valle angosto, al este del valle de la Aravá que se extiende desde el mar Muerto hasta el Golfo de Aqaba. Los restos más célebres de Petra son sin duda sus construcciones labradas en la misma roca del valle, en particular, los edificios conocidos como el Khazneh (el Tesoro) y el Deir (el Monasterio).

Estos edificios forman un conjunto monumental único, que desde el 6 de diciembre de 1985 está inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. La zona que rodea el lugar es también, desde 1993, parque nacional arqueológico. Además, en 2007 Petra forma parte de las nuevas siete maravillas del mundo moderno.

Los nabateos hicieron prosperar a la ciudad gracias a su situación en la ruta de las caravanas que llevaban el incienso, las especias y otros productos de lujo entre Egipto, Siria, Arabia y el sur del Mediterráneo. Hacia el siglo VI d. C., el cambio de las rutas comerciales y los terremotos sufridos, condujeron al abandono de la ciudad por sus habitantes. Cayó en el olvido hasta que en 1812 el lugar fue redescubierto para el mundo occidental por el explorador suizo Jean Louis Burckhardt.

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