Fue el 27 de noviembre de 1930 cuando, para sorpresa de todos, la primera plana de los diarios de mayor circulación nacional anunciaron que, en palabras del entonces subsecretario de Educación, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, “Quetzalcóatl será el símbolo de la Navidad en nuestro país”.

Al parecer, esta estrambótica idea había sido gestada 1 día antes por el declarante y el presidente, Pascual Ortiz Rubio, en un arrebato de nacionalismo y, rasgo distintivo del linaje presidencial en México, megalómana arbitrariedad.

Al ser interrogado por los periodistas sobre el propósito de esta decisión, el funcionario respondió: “engendrar en el corazón del niño amor por nuestra cultura y nuestra raza”.

Y agregó: -"Ayer tuve el honor de comer con el señor Presidente de la República y durante la comida acordamos la conveniencia de substituir el símbolo de Santa Claus por el de Quetzalcóatl, divinidad que sí es mexicana".-

Aún siendo tiempos en los que la palabra presidencial equivalía a una orden inapelable, las burlas no se hicieron esperar. La simple idea de que un dios pagano, que además se materializaba en una serpiente con plumas, asumiera el rol de Papá Noel o Santa Claus, era demasiado (y todavía más grave si consideramos que la huella cristiana se mantenía fresca).

Sin embargo, los pocos y subordinados defensores de la causa, enfatizaban en que no había razón para depositar el corazón de los niños mexicanos en manos de un anciano forastero de dudosa procedencia.

Más información: mxcity.mx