En el siglo XVI, en plena época de descubridores y conquistadores, llegó hasta lo que hoy conocemos como Islas Filipinas el explorador de origen portugués Fernando de Magallanes, quien viajaba por la zona en misión encomendada y financiada por el rey español Carlos I.

Magallanes bautizó aquel archipiélago con el nombre de Islas del Poniente, reclamando aquellas islas para la Corona Española, por aquel tiempo el mayor imperio del planeta y del que se decía que el sol no se ponía jamás en sus territorios.

Dos décadas después, el 2 de febrero de 1543, el insigne explorador malagueño, Ruy López de Villalobos, llegaba hasta el archipiélago de las Islas del Poniente con el firme propósito de colonizarlas, a pesar de encontrarse con la férrea oposición de los hostiles nativos.

Tras la conquista y control decidió rebautizarlas con el nombre de Islas Felipinas, en honor al entonces Príncipe de Asturias y luego rey de España Felipe II. Con el tiempo se transformó el nombre de Felipinas a Filipinas, por su mejor y más natural pronunciación.

Las Islas Filipinas pertenecieron a España hasta 1898, año en el que se perdieron un importante número de colonias debido a la guerra hispano-estadounidense que enfrentó a ambos países y por las que los españoles perdieron algunas de sus posesiones (entre ellas Cuba, Puerto Rico, Guam y la propia Filipinas).

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