Sreco Brodar, arqueólogo esloveno, descubrió en el siglo XX, en la cueva de Potok, una aguja de coser de hace 41 000 años.

Recientemente, el equipo de arqueólogos rusos de Mikhail Shunkov, encontró una aguja similar en la cueva de Denisova, en Siberia. Este ejemplar mide 7 centímetros y data de hace 50 000 años.

En ambos casos hablamos del período Paleolítico.

Para fabricar las agujas se usaba un buril de piedra mediante el cual se realizaban incisiones paralelas sobre un hueso. Después, las varillas que quedaban entre las incisiones se extraían, se perforaban y se pulían.

También se fabricaban agujas de marfil, facilitando su penetrabilidad mediante una punta precedida de cortes dentados a modo de flecha, para que tras el empuje inicial, no retrocediera.

En Anatolia se descubrieron agujas de cobre que datan de 5 500 a. C.

Los ejemplares de agujas de hierro más antiguos son egipcios y datan de 2000 a. C. En lugar de ojo, cuentan con una especie de gancho muy cerrado para introducir el hilo.

En Grecia y Roma, en el Siglo I, se usaron agujas de bronce, marfil, madera y hueso que se guardaban en acericos en forma de tortuga (símbolo de la paciencia que necesita la costurera).

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