La historia del pijama arranca en el imperio otomano. La palabra viene del término hindú “Pae jama” o “pai jama” y su uso se extendía por India, Irán, Pakistán y Bangladesh.

En occidente, en la antigüedad y Edad Media solían preferirse los célebres camisones, tanto para mujeres como para hombres, largas túnicas blancas.

Pero este vestuario ancestral perdió todo valor a partir del siglo XVIII, cuando los británicos descubrieron en sus colonias indias las tradicionales camisas y pantalones holgados para ir a dormir, el pijama y lo introdujeron a todo occidente.

Primero fue utilizado como vestido exótico para demostrar status en las clases más pudientes, pero poco a poco su comodidad se fue imponiendo. A partir de finales del XIX ya era práctica habitual en la mayoría de domicilios.

En 1902, unos grandes almacenes anunciaban así su surtido de pijamas: “Simplemente, lo mejor para dormir y viajar. Su apariencia admite una mayor libertad que todas las otras vestimentas de noche”.

A pesar de que en la India estaba indicado para hombres y mujeres, en occidente se popularizó sobre todo como vestimenta masculina, algo que cambió gracias a Coco Chanel. Los años 20 favorecían las prendas andróginas y los pijamas caían a la perfección en este terreno.

Chanel, en su ansia de liberar a la mujer de corsés, puso el pantalón y chaqueta para dormir como la mejor opción y dejó atrás el viejo prejuicio que los pantalones estaban prohibidos para las mujeres.

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