La catedral de Notre-Dame de París, edificio gótico erigido en la Edad Media, cuenta con numerosas esculturas, entre ellas, quimeras y gran número de gárgolas.

Las gárgolas tienen, en primer lugar, una utilidad práctica. El agua de lluvia que corre sobre los tejados de Notre-Dame de París debe evacuarse sin que resbale por los muros, que podrían degradarse. Al lanzar el agua de lluvia al vacío, las gárgolas protegen la catedral y evitan que el exceso de escorrentía cause daños a la piedra.

Esa es la diferencia principal entre las gárgolas y las quimeras. Las primeras sirven para evacuar el agua de lluvia, mientras que las segundas tienen finalidad decorativa.

Además, las gárgolas brindan protección simbólica. Con aspectos a menudo espeluznantes, representan monstruos de bestiarios fantásticos, animales salvajes o domésticos, e incluso hombres. Estos monstruos deben espantar a los demonios y las fuerzas del mar y ahuyentarlos de los muros santificados, que albergan la comunidad de creyentes.

La catedral de Notre Dame es de culto católico, sede de la archidiócesis de París, la capital de Francia. Dedicada a la Virgen María, madre de Jesucristo, se sitúa en la pequeña isla de la Cité, rodeada por las aguas del río Sena. Es uno de los monumentos más populares de la capital francesa.

El 15 de abril de 2019, el edificio sufrió daños significativos a causa de un incendio. El gobierno de Francia espera que para 2024 puedan terminar los trabajos de reconstrucción.

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