Los arqueólogos intentan resolver uno de los grandes enigmas de la arqueología: la localización del sepulcro de la última reina del Egipto faraónico. Los indicios sugieren que ésta podría hallarse bajo las aguas del antiguo puerto de Alejandría, o bien oculta en las arenas del desierto, junto al templo de Taposiris Magna.

El misterio continúa rodeando el destino final de la mujer que, según la tradición popular, se suicidó con la mordedura de una cobra egipcia, incapaz de sobreponerse a la instantánea de Marco Antonio agonizando entre sus brazos atravesado por su propia espada al dar por cierta la noticia falsa de la muerte de su esposa.

Cautiva en su palacio de Alejandría, la hija de Ptolomeo XII -asistida por sus criadas Iras y Charmion- prefirió renunciar a la vida antes que aceptar el ocaso de la civilización faraónica y jurar obediencia a Octavio, convertido en el 27 a.C. en el primer emperador romano bajo el nombre de César Augusto. Décadas después, Plutarco la describió como escurridiza y embaucadora, irresistible en el trato por su voluptuosidad infinita al hablar y la dulzura y armonía del son de su voz.

Cleopatra VII nació en torno al año 69 a.C. en Alejandría, Egipto. Murió sobre el año 30 a.C., en la misma ciudad egipcia. Fue la última reina de Egipto, perteneciente a la dinastía de los Ptolomeos. Su figura es una de las más recordadas del Antiguo Egipto.

Cleopatra, que en griego quiere decir “gloria de su padre”, fue hija del rey Ptolomeo XII.

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