El caballo (equus ferus caballus) tiene exactamente 205 huesos, solo uno menos que el esqueleto humano y con él se lo puede comparar.

Su columna vertebral está formada por 51 vértebras (el hombre posee 33), y carece de clavículas, por lo que sus patas se unen al tronco por medio de fuertes músculos y tendones que se sujetan gracias a las escápulas (huesos triangulares planos, los homóplatos del ser humano).

Las patas y los cascos de los caballos son estructuras únicas, una perfecta adaptación para la carrera. La disposición y proporciones de los huesos de sus patas son muy diferentes a las de los humanos. Por ejemplo, la parte del cuerpo llamada «rodilla» en los caballos en realidad se corresponde con la muñeca humana. Mientras que el corvejón ("rodilla trasera") contiene huesos equivalentes al tobillo humano. En las patas delanteras, el cúbito y el radio se han unido dando lugar a un solo hueso; lo mismo ha ocurrido con la tibia y el peroné en las patas traseras.

Los huesos inferiores de la pata del caballo se corresponden con los huesos de la mano o el pie humanos, pero soldados en un único hueso equivalente al metacarpo.

Además un caballo no tiene músculos en sus patas por debajo de las rodillas y corvejones, sólo tiene piel, tendones, ligamentos, cartílago y huesos, y un tejido córneo especializado para absorber impactos que forma los cascos.

Los huesos de la cabeza, cráneo y mandíbulas, se caracterizan por su longitud, adaptación para el pastoreo.

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