El Papa Julio II llama a Miguel Ángel para que esculpa su tumba y le encarga además pintar el techo de la capilla, "-Pero yo no soy pintor - protestó Michelangelo - soy escultor. Con el pincel he hecho muy poco. ¡Quiere que pinte 1000 metros cuadrados sobre un techo curvo!” Al final y gracias a la firmeza del Papa, entre 1508 y 1512, Miguel Ángel realizó el fresco de la capilla Sixtina, trabaja un total de cincuenta y cuatro meses en la técnica que desconocía en un principio y debió aprender a fuerza de ensayo y error. Mezclaba arena y cal y extendía esa mezcla sobre la pared, aplicando los colores en seguida, mientras la pared está todavía húmeda o "fresca". Los colores fusionaban químicamente con la cal y se hacían imborrables al secarse la pared.

En el centro del techo pintó ilustraciones de nueve historias bíblicas, el segmento que representa a Dios creando a Adán es una de las imágenes más famosas jamás pintadas. Alrededor de las escenas centrales, que representan episodios del Génesis, se despliega un conjunto de profetas, sibilas y jóvenes desnudos, en un todo unitario dominado por dos cualidades esenciales: belleza física y energía dinámica. Una obra sublime de parte de uno de los grandes genios del arte, arquitecto, escultor y pintor sin fisuras en ninguna de esas disciplinas.

Unos veinticinco años después, otro Papa le encargaría la decoración de la pared frontal de la misma capilla, donde pintaría su Juicio Final (1537-1541).

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