Una de las características típicas de los mamíferos, además de las glándulas mamarias de las hembras, son las siete vértebras cervicales. Solamente los manatíes y perezosos constituyen una excepción.

La columna vertebral es básicamente como una serie de cuentas en una cuerda, con cada cuenta que representa un solo hueso, una vértebra.

En las aves y en los lagartos, el número de vértebras es muy variable. Un cisne tiene 22, hasta el doble que un gorrión.

La razón de esta preferencia yugular de los mamíferos por el número siete hay que buscarla en los inalterables genes Hox. Actúan durante el desarrollo embrionario temprano y establecen un patrón global para nuestro esqueleto.

En cambio, la razón de las gigantescas vértebras de las jirafas habría que buscarla en la evolución. Los científicos no se ponen de acuerdo: se ha dicho que el alargamiento sería el resultado de un proceso evolutivo para poder llegar a la copa de las acacias, su principal alimento.

Otros afirman que su desmesurado cuello es un arma que los machos utilizan para golpearse entre ellos cuando luchan por las hembras. Incluso se especula que el enorme cuello puede tener una función de sombrilla: las jirafas dirigen su cabeza y cuello hacia el Sol para, de esta forma, reducir la superficie corporal expuesta a los rayos lo cual resulta muy beneficioso en la calurosa sabana donde las sombras "brillan" por su ausencia.

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