La batalla del Somme de 1916 fue una de las más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, con más de un millón de bajas entre ambos bandos. Las fuerzas británicas y francesas intentaron romper las líneas alemanas a lo largo de un frente de cuarenta kilómetros al norte y al sur del río Somme, en el norte de Francia.

El principal propósito de la batalla era distraer a las tropas alemanas de la batalla de Verdún; sin embargo, las bajas de la batalla del Somme terminaron siendo superiores a las de esta última.

Los resultados, a corto plazo, no favorecieron a ningún bando. Sin embargo, para muchos historiadores esta batalla fue clave para la victoria de los aliados (Francia e Inglaterra) sobre Alemania en 1918, debido a la gran pérdida de vidas y comandantes alemanes.

Se cree que las muertes británicas ascendieron a casi 420 000 y las francesas a 205 000, mientras que los alemanes perdieron 465 000 hombres. Así, se convirtió en el conflicto más sangriento de toda la Primera Guerra Mundial.

Antes de la batalla, los alemanes relegaban al Reino Unido al mero papel de potencia naval y no pensaban que fuesen muy difíciles de derrotar en tierra, al menos no tanto como Rusia y Francia. A partir de la batalla del Somme, sin embargo, la situación cambió, y Alemania inició una guerra submarina sin restricciones para bloquear las islas británicas, lo que terminaría en el hundimiento de barcos estadounidenses que llevaban suministros, y su ingreso al conflicto.

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