El semáforo es un instrumento vital para el orden de las ciudades. Son dispositivos de señales que se sitúan en intersecciones viales y otros lugares para regular el tráfico. En los primeros años del siglo XIX cundía el caos en las calles, ante la inexistencia del semáforo las carretas tiradas por caballos y los automóviles ocasionaban múltiples accidentes, y el paso por las calles se hacía imposible.

El primer semáforo data de 1868. Ese año, el ingeniero John Peake Knight, especialista en señalización ferroviaria, culminó la invención de un artilugio que se colocó en un cruce londinense, frente al Parlamento británico. Su semáforo funcionaba mediante luces de gas, rojas y verdes, que se iluminaban solo de noche. Combinaba este sistema con el de zumbidos; un zumbido significaba que podían avanzar unos coches, y dos, que podían hacerlo los de la otra avenida.

Duró poco, porque una noche explotó y mató a un policía. Pero la idea no cayó en el olvido. Medio siglo después llegó a Estados Unidos, se silenció el sonido y se incorporó la luz ámbar. Casi un siglo más tarde del accidente, en 1953, los primeros semáforos eléctricos comenzaron a poblar los cruces de calles. Ocho años más tarde, en 1961 se introdujo en Berlín, el dispositivo que regulaba la circulación del tráfico, y por ende, el tránsito peatonal.

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