El perfume (proveniente del latín per, "por" y fumare, "a través del humo") hacía referencia, en tiempos muy antiguos, a la sustancia aromática que desprendía un humo fragante al ser quemada, la cual se usaba en los ritos religiosos.

En Oriente se descubrió que la madera, así como ciertas hierbas y flores, perfumaban el agua al ser sumergidas. Chinos, persas y egipcios experimentaron con estos procesos y obtuvieron perfumes mediante la maceración de sus materias primas.

Sin embargo, en perfumería, fueron los árabes los grandes expertos que supieron perfeccionar las técnicas de las culturas anteriores. Especialistas en la composición y proporciones exactas en la mezcla de aceites aromáticos, esencias florales, especias y maderas, elaboraron los más exquisitos perfumes.

Cuando los árabes se instalaron en España, aprovecharon el clima mediterráneo para el cultivo de flores y plantas aromáticas, principalmente el jazmín, la lavanda y el limón, integrándolas a sus fórmulas. En al-Andaluz, aparte de rosas y violetas, incorporaron a sus esencias el almizcle y el ámbar, produciendo aromas más intensos que incrementaron la fama de sus productos y abrieron grandes posibilidades de comercio con el resto de Europa.

El alambique, de origen árabe, como su nombre lo indica (al-inbīq), permitió la destilación de las esencias, siendo esta técnica la contribución árabe más importante en el desarrollo de la perfumería.

Más información: www.alambiques.info