Salvador Dalí falleció el 23 de enero de 1989 en Figueres, España, con 84 años de edad, a consecuencia de un paro cardiorrespiratorio (no traumático), mientras escuchaba su disco favorito Tristán e Isolda, de Wagner.

Dalí tuvo una muerte "tranquila y digna", subrayó poco después el abogado Miguel Doménech que, junto al alcalde de Figueres, Mariá Lorca, y Arturo Caminada, el fiel mayordomo y hombre de confianza del pintor durante los últimos 37 años, le acompañaron en sus últimos momentos.

Ninguno de los familiares de Dalí acompañó al artista. Su hermana, Ana María, que sufria una fractura de fémur, permaneció en su domicilio de Cadaqués, sin poder acudir a Figueres.

El cadáver fue trasladado con inusitada rapidez a la Torre Galatea, residencia del artista durante sus últimos años, donde fue embalsamado y donde hasta hoy día reposa su cuerpo. Dalí fue enterrado después del funeral, de acuerdo con su última voluntad, en una tumba instalada bajo la cúpula geodésica que domina su museo de Figueres. El cuerpo del pintor está revestido con una túnica que lleva inscrita la inicial D.

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