Según el historiador Suetonio, Calígula, con el fin de demostrar su poder y hacer temblar a sus súbditos, decidió declararle la guerra a un ser fuera de este mundo, pues nadie esperaría a que un mortal llegara y le ganara una simple batalla.

El emperador se volcó contra Poseidón, el Dios del mar. Juntó a su ejército y los formó en posición de guerra. Los soldados, sorprendidos de lo que estaba ocurriendo, acudieron al llamado del líder que les hizo saber el propósito. En cuanto se formaron, les dio lanzas y el permiso para usar los botes e ir tras el enemigo.

Desconcertados, tomaron las naves, las armas y se aventuraron a la batalla más desperdiciada, extraña e inusual nunca antes vista. Una vez en el mar, Calígula les ordenó lanzar todas las piedras, flechas y demás armas que usaban para matarlo, por donde quiera que se encontrara en su territorio.

La gente del lugar, al saber que lucharía contra el Dios del mar, acudió expectante. Algunos esperaban que Calígula fuera en realidad un Dios, otros sólo iban a verlo caer en la ridiculez y otros más estaban ahí para ver qué tipo de gobernante tenían.

Lucharon como si se acabara el mundo contra las olas, pero el mar nunca reaccionó. Calígula, entonces, asumió que Poseidón había caído rendido ante la grandeza del mortal. Regresó dichoso a tierra, no sin antes pedir a su ejército que como botín le llevaran cientos de conchas que envió en cofres a Roma para adornar su triunfo.

Más información: www.walksinsiderome.com