Tikal surgió hacia el siglo III a.C. y fue en el siglo IX d.C. cuando alcanzó su máximo esplendor, pero un siglo después la gran urbe fue abandonada.

Científicos de la Universidad de Cincinnati ha intentado resolver el enigma; han analizado el material extraído de dos embalses situados en el centro de la ciudad, cerca del palacio y el templo, y en ambos hallaron una elevada presencia de algas y de mercurio. La toxicidad era tan alta que el agua allí almacenada habría resultado imbebible para los seres humanos.

El mercurio que acabó en el agua procedía de un pigmento, derivado del cinabrio (un mineral de color rojo compuesto de sulfuro de mercurio), muy utilizado por los mayas para decorar sus edificios, cerámicas y en ceremonias funerarias de la élite de la ciudad.

Con los años este mineral se fue filtrando en los depósitos donde fue formando capas de sedimentos que muestran una elevada presencia de dos tipos distintos de unas algas tóxicas llamadas cianobacterias (Planktothrix y Microcystis). El consumo de este agua habría, inevitablemente, hecho enfermar a la población.

Es muy posible que las élites gobernantes sí que la consumieran, con el consiguiente deterioro para su salud. No se han hallado tantos elementos contaminantes en los sedimentos de embalses más alejados del centro ceremonial.

Así, la utilización del agua de estos embalses en rituales públicos, aunque no fuera consumida por todos, pudo provocar enfermedades y el abandono de la ciudad.

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