Segovia puede presumir de contar con numerosos monumentos, pero, sin duda, uno destaca por encima del resto y ese es su acueducto romano que, situado en el centro de la ciudad, fue levantado para hacer llegar el agua desde la sierra de Guadarrama hasta la ciudad.

No se sabe con exactitud la fecha de construcción, los expertos la fijan en el siglo II d.C., posterior al año 112 d.C. (final del gobierno de Trajano o ya en el de Adriano). Esta monumental obra de ingeniería, que presenta un excelente estado de conservación, cuenta con 167 arcos, su longitud total es de 16.186 metros –total del conducto de transporte sin contar la presa de captación, de 28 metros– y su altura máxima, que se alcanza en la plaza del Azoguejo, es de 28,10 metros.

El acueducto se inicia en la Sierra, en el denominado manantial de la Fuenfría. Desde ahí llega a la ciudad de Segovia para, finalmente, terminar en el promontorio rocoso donde se encuentra el Alcázar. Para que el agua discurra, el acueducto tiene una pendiente de un 1%.

Históricamente el Acueducto de Segovia se divide en tres tramos bien diferenciados: zona extraurbana, donde se sitúa la captación y parte de la conducción, el tramo periurbano (conducción) y el trazado urbano (conducción y distribución). Llama la atención que sus 20.400 bloques de piedra no están unidos por masa ni cemento alguno, sino que se mantienen en un perfecto y sólido equilibrio de fuerzas

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