El arsénico es el más famoso de todos los venenos, es un asesino muy discreto. Puede camuflarse con otros productos, como la harina o el azúcar, no se descompone, es soluble, no caduca y no huele.

No hay ninguna sustancia, por sí sola o en combinación con otras, que haya producido tantas muertes desde la Antigüedad. El arsénico fue el agente homicida en el 75% de los envenenamientos juzgados en Francia durante la década de 1830; y en Gran Bretaña, la proporción llegó a la mitad de los casos enjuiciados entre 1815 y 1860. Es en la Italia renacentista, de las ambiciones de los Borgia y las confabulaciones de los Médici, donde el envenenamiento adquiere proporciones monstruosas. Se crean pócimas y compuestos de venenos cada vez más sofisticados, que se camuflan en perfumes, flores, guantes o en las clásicas copas de licor. Compuestos venenosos como el Acqua di Toffana (con arsénico blanco) o el Acqua di Peruzzia son tan conocidos como mortíferos.

El arsénico blanco llega a ser conocido como ‘poudre de succession’ (polvos de sucesión) por su extendido uso entre las clases políticas y nobles para quitarse obstáculos de en medio. En el siglo XVIII, el conocimiento de los tóxicos y su empleo como venenos se extiende a todas las clases sociales.

Napoléon y Nerón se cuentan entre las víctimas del arsénico.

Solía formar parte de venenos para ratas y hormigas, pero fue prohibido por su toxicidad.

El veneno es más usado como arma homicida por mujeres que por hombres.

Más información: www.muyinteresante.es