Aún no está claro el origen de los rayos cósmicos. Se sabe que, en los períodos en que se emiten grandes erupciones solares, el Sol emite rayos cósmicos de baja energía, pero estos fenómenos no son frecuentes. Por lo tanto, no son motivo de explicación del origen de esta radiación. Tampoco lo son las erupciones de otras estrellas semejantes al Sol. Las grandes explosiones de supernovas son, al menos, responsables de la aceleración inicial de gran parte de los rayos cósmicos, ya que los restos de dichas explosiones son potentes fuentes de radio, que implican presencia de electrones de alta energía.

En 2007 un grupo de científicos argentinos del Observatorio Pierre Auger realizó un espectacular descubrimiento: encontró evidencias de que la mayor parte de las partículas de rayos cósmicos proviene de una constelación cercana llamada Centaurus, que contiene una galaxia de núcleo activo, por la existencia de un agujero negro (probablemente supermasivo).

A enormes velocidades, se fuga parte de esa materia, constituida por protones y neutrones. Al alcanzar la Tierra sólo llegan los protones, los cuales, tras chocar contra las capas superiores atmosféricas, caen en cascadas de rayos cósmicos.

Los rayos cósmicos, son partículas subatómicas procedentes del espacio exterior cuya energía, es muy elevada: cercana a la velocidad de la luz. Las auroras boreales son producto de los rayos cósmicos que penetran el campo magnético de la tierra y entran por los polos.

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