El término procede de la voz griega tragoedia o “canto del macho cabrío”, palabra compuesta y alude a la canción de los griegos atenienses que era entonada procesionalmente en honor del dios Dioniso en sus fiestas Dionisias.

La tragedia, clásica y moderna, consiste en la exaltación del sufrimiento humano en la búsqueda de la redención, provocando catarsis y empatía en la audiencia.

El personaje se enfrenta a los obstáculos que se impone el mismo y su entorno, y tiene una finalidad que él considera beneficiosa.

Los griegos fueron los creadores de la tragedia. Casi desde su mismo origen, el hombre griego ha realizado “viajes” hacia su interior buscado la verdad de su mundo interior. Y gracias a esta búsqueda de lo intrínsecamente humano hemos podido disfrutar de las tragedias griegas. En ellas, se narran las aventuras del hombre, que explora los abismos y vericuetos del alma.

Los tres grandes trágicos de la Grecia antigua fueron Esquilo, Sófocles y Eurípides. Los tres vivieron en el siglo V a. J. C. Las obras de Esquilo (525-456) llegaron a constar de cuatro actos y perseguía en ellas un fin moral.

Los autores de la tragedia moderna se han caracterizado por modificar y ampliar los límites técnicos y estéticos que presentaban la tragedia antigua y clásica. Entre los autores modernos que más se han distinguido en la tragedia hay que citar a Shakespeare, Goethe, Corneille, Racine, Lope de Vega y Calderón.

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