La Misión de San Juan Capistrano, fundada en 1776 por el fraile franciscano Junípero Serra (1713-84), espera el día 19 de marzo de cada año, día de San José, el retorno de las golondrinas capistranas que migraron en octubre del año previo, al sentir los primeros fríos.

Se dice que la peregrinación anual de las golondrinas a la Misión de San Juan Capistrano empezó en los 1920 cuando un pastor vio que uno de los dueños de una tienda local estaba destruyendo sus nidos con una escoba. El pastor les dio amparo para que hicieran sus nidos en la Misión, de modo que comenzaron a anidar allí.

Las golondrinas son incansables viajeras. Estas aves realizan dos viajes anuales: uno en otoño, en busca de climas más favorables y mayor abundancia de alimentos y otro en primavera, de regreso a sus lugares de cría, dado que se reproducen en el hemisferio norte.

Lo que motiva a estas aves a desplazarse año tras año es netamente biológico: vivir, reproducirse en climas benignos y, de paso, controlar y regular plagas e insectos. Se alimentan de arañas, moscas, insectos y gusanos. La razón de su voracidad increíble al alimentarse es porque necesitan almacenar grasa en sus finos tejidos que le servirá de combustible para el viaje de regreso.

Cruzan de un hemisferio a otro, trazando una ruta de 12.000 km en total, en 30 días. Si sumamos otros 12.000 km del viaje de vuelta se diría que es casi un vuelo completo alrededor de la tierra.

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