Las herraduras para caballos son piezas en forma de una "U", construidas de hierro, caucho, plástico o cuero, que se clavan o se pegan en el borde de los cascos de los caballos. Las herraduras se utilizan para proteger los cascos contra el desgaste y la rotura. Las primeras herraduras tenían clavos o lengüetas que sobresalían para proporcionar tracción adicional (estas aún siguen usándose en algunas competiciones de caballos).

Desde hace mucho tiempo, se considera que las herraduras traen buena suerte. Originalmente estaban hechas de hierro, un material que se creía que protegía de los espíritus malignos, y tradicionalmente se mantenían en su lugar con siete clavos, siendo siete un número que se consideraba de buena suerte.

La superstición adquirió un giro cristiano adicional debido a una leyenda del siglo X que rodea a San Dunstan, que trabajó como herrero antes de convertirse en Arzobispo de Canterbury. Cuenta la leyenda que a Dunstan se le apareció una horrible criatura con forma de animal y hombre. Este le pidió al Arzobispo, quien trabajaba de herrero en una ciudad de Inglaterra, que le colocara una herradura.

A San Dunstan no le dio mucha confianza aquella extraña criatura, ya que le pareció tener al mismísimo diablo frente a él. Por esto le coloco la herradura a la criatura de forma tal que le suplicara que parase por el dolor. A raíz de esto, la herradura fue conocida como el elemento capaz de ahuyentar el mal de quien la llevase.

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