Durante el reinado de Isabel II, en pleno bienio progresista el ministro de Hacienda Pascual Madoz realizó en 1855 una nueva desamortización que fue ejecutada con mayor control que la de Mendizábal.

Cuando hablamos del proceso histórico que constituyó la Desamortización, normalmente se piensa en la Desamortización eclesiástica de Mendizábal (1837- 1844), que consistió en la expropiación y posterior venta de las propiedades de los monasterios, lo que redundó en la desaparición física de la mayoría de ellos.

Pero la desamortización más importante fue la de Pascual Madoz, que comenzó en 1855 y se prolongó prácticamente hasta los mismos comienzos del siglo XX. Se completó la desamortización eclesiástica y se acometió la expropiación de los bienes estatales y municipales, especialmente las tierras comunales. Esta desamortización tuvo profundos efectos medioambientales y sociales.

La Desamortización de Madoz puso en circulación cientos de miles de fincas rústicas, muchas de ellas forestales, para que se pusieran en explotación y, en teoría, generar riqueza económica.

Sin embargo, la especulación fue la gran beneficiada de este proceso, y la gran mayoría de los montes que pertenecían a estas fincas fueron descuajados o talados, bien para ampliar tierras ganaderas y agrícolas, o bien para fabricación de carbón para diversos propósitos.

La deforestación, que ha sido un proceso constante en la historia de España, experimentó un drástico avance tras la Desamortización.

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