Algunos cetáceos, como los delfines, los cachalotes o las marsopas, poseen dientes, que usan para sujetar a sus presas. Por el contrario, en el suborden de los misticetos o ballenas barbadas, aquellos solo aparecen en la fase embrionaria. En vez de dentadura, estos animales desarrollan en su mandíbula superior una doble línea de láminas córneas con las que filtran el agua que acumulan en la boca. Así, atrapan los pequeños peces y crustáceos de los que se nutren.

Estas "barbas" son lisas, flexibles, con bordes deshilachados, colocadas en dos filas paralelas, semejantes a enormes peines. Están compuestas de queratina, la misma sustancia de la que está compuesto el pelo, los cuernos, las uñas o las plumas.

Según la especie de misticeto, una barba puede tener de menos de 30 centímetros en el caso del rorcual albiblanco, a los 4,5 metros de longitud en la ballena de Groenlandia. Su número oscila entre las 150 de la ballena gris y las 400 de la yubarta o el rorcual azul.

Durante los siglos XIX y XX se capturaron cientos de miles de ballenas. Son una ingente fuente de carne, grasas, ceras, y más. A lo largo de la historia, sus huesos se han utilizado para construir herramientas, armas e incluso las estructuras de las viviendas en muchas zonas costeras en las que la madera y la piedra eran bienes escasos. En este mismo sentido, sus barbas se emplearon en gran cantidad en la fabricación de varillas –para paraguas y bastones– y en corsetería.

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