El Retiro de Madrid quedó destrozado durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). Napoleón lo convirtió en una fortaleza militar después de bombardearlo sin piedad cuando entró en Madrid el 4 de diciembre de 1808. Seis años después, el Palacio del Buen Retiro (1630) estaba en ruinas, habían sido talados miles de árboles y la Real Fábrica de Porcelana (1760) había dejado de existir.

El Buen Retiro, en 1808, lo formaban el conjunto del Palacio, levantado por Felipe IV en torno al Monasterio de Los Jerónimos, y los extensos jardines que ocupaban más de 200 hectáreas de terreno. Está situado en una zona alta de Madrid, muy importante desde el punto de vista militar, así que Napoleón advirtió enseguida su relevancia estratégica para defender la ciudad de los ataques anglo-españoles. El emperador decidió edificar una fortaleza en el Retiro.

Meses después del levantamiento del Dos de Mayo, los franceses y el rey José de Bonaparte tuvieron que huir de Madrid a raíz de la derrota napoleónica en Bailén. Cuando Napoleón invadió España, los franceses rodearon la capital y la bombardearon los días 2 y 3 de diciembre de 1808.

El 4 de diciembre se firmó la capitulación de Madrid. Un día después decretaba la disolución de la Inquisición y restauraba en el trono español a su hermano José. El 11 de diciembre, el propio emperador se paseó por el parque y mandó construir una ciudadela fortificada con forma de estrella. El Retiro se convirtió en un búnker.

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