Aunque se puede vivir sin bazo, lo cierto es que este pequeño órgano situado en el abdomen, justo por debajo del estómago y junto al páncreas, es importante para el buen funcionamiento del sistema inmune, la filtración de la sangre y el almacenamiento de nutrientes.

El bazo es el principal órgano linfoide secundario, o sea, uno de los lugares donde se inicia la respuesta inmune. Cuando hay una infección, las células del sistema inmune avisan al bazo presentándole los antígenos del patógeno (la "huella dactilar del intruso"). Una vez el bazo los reconoce, empieza a producir anticuerpos específicos, que son las moléculas que circulan por el cuerpo "alertando" de la presencia de ese patógeno concreto. Por tanto, el bazo actúa como "fábrica" de anticuerpos. Sin él, sería más difícil estar inmunizados frente a ciertas enfermedades.

Como órgano filtrador de sangre, no es que retire las sustancias tóxicas, como sí hacen los riñones y el hígado. Solo retira glóbulos rojos y plaquetas viejos o dañados, que son redirigidos al hígado para su posterior eliminación del cuerpo.

Por último, sabiendo lo importante que es el hierro como nutriente (sin él los glóbulos rojos no podrían transportar oxígeno), surge el problema de que la dieta no siempre incluirá todo el hierro necesario. Por suerte, el cuerpo puede almacenar el exceso de hierro en el bazo y guardarlo por si acaso hace falta "para más tarde". El bazo constituye una de las principales reservas de este nutriente esencial.

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