Situado entre Jordania e Israel, el mar Muerto no hace honor a su nombre, pues ni es un mar ni está muerto. En realidad, se trata de un lago endorreico cuyo contenido en sal es sorprendente, su salinidad media es casi un 25 por 100 mayor que la de los océanos.

Tiene unos 80 km de largo y un ancho máximo de unos 16 km; su superficie es aproximadamente de 810 km², y ocupa la parte más profunda de una depresión tectónica atravesada por el río Jordán.

El mar Muerto lleva al menos 100 años retrocediendo. La escasez de agua en la zona y un clima cada vez más árido como consecuencia del cambio climático, son las principales causas de que cada año se pierda un metro de agua.

Los afluentes naturales del Mar Muerto están siendo desviados para fines agrícolas y cada vez fluye menos agua por ellos. Además, su agua también se utiliza para llenar piscinas de los hoteles que hay en la zona.

Los científicos aseguran que al bajar el nivel del mar queda expuesta una gran capa de sal. Cuando llueve, la precipitación de agua dulce disuelve esas sales hasta que el suelo colapsa. Estos socavones alcanzan hasta 100 metros de diámetro y 50 de profundidad.

Es cierto que cada año hay menos agua en el Mar Muerto, sin embargo, llegará un momento en que deje de hacerlo. En la medida que baja el nivel del agua, aumenta la densidad y salobridad, haciendo que llegue a un punto en que la tasa de evaporación llegará a una especie de equilibrio. Será más pequeño pero sin llegar a desaparecer

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