La rabia es una enfermedad vírica. Es zoonótica, lo que significa que se transmite de forma natural entre animales y humanos, en este caso a través de mordeduras o arañazos, por lo general con la saliva.

En 2020, a nivel global, se siguen reportando muchos más casos de transmisión a humanos desde el perro doméstico. Los demás involucran a murciélagos, zorros, mapaches, mofetas, chacales, mangostas, etc. (curiosamente, nunca roedores).

El periodo de incubación de la rabia suele ser de 2 a 3 meses, pero puede oscilar entre una semana y un año, según la localización del punto de inoculación y la carga vírica. Las primeras manifestaciones son fiebre y dolor o picor en la zona de la herida. A medida que el virus se propaga, se produce una inflamación progresiva del cerebro y la médula espinal.

A pesar de que la rabia sea, una vez que aparecen los síntomas clínicos, letal en casi el 100% de los casos, se puede prevenir mediante vacunación, siendo la vacunación en perros la estrategia que ha demostrado ser más rentable.

Al menos hasta 2020, la rabia causa decenas de miles de muertes al año, principalmente en Asia y África, que acaparan más del 95% de las muertes humanas. Afecta sobre todo a poblaciones pobres y vulnerables que viven en zonas rurales remotas. Aunque hay inmunoglobulinas y vacunas eficaces, estas personas no tienen fácil acceso a ellas. En general, las muertes causadas por la rabia raramente se notifican, y los niños de 5 a 14 años son víctimas frecuentes.

Más información: www.who.int