El violín surgió en Italia a comienzos del Siglo XVI.

Su evolución fue a partir de dos instrumentos de cuerda frotada: la fídula, también denominada viella y rebec, y la lira da braccio (como el violín con bordones separados del diapasón).

Comparado con los instrumentos modernos, el violín antiguo tenía un mango más grueso, menos inclinado hacia atrás, un diapasón más corto, un puente más bajo y cuerdas hechas sólo de tripa.

Los arcos antiguos eran algo diferentes en su diseño de los actuales. Estas características constructivas fueron modificadas en los siglos XVIII y XIX para producir un sonido más duro y brillante.

Las partes que lo componen son: la tapa, normalmente de abeto curado, el fondo, de madera de arce, los aros, el mango, el diapasón, el clavijero, la voluta, el puente, el cordal y las aberturas de resonancia o efes. La tapa, el fondo y los aros están pegados para formar una caja hueca.

El arco ejerce sobre el arte de los instrumentos con que se toca una acción más importante de lo que generalmente se cree.

El manejo del arco influye en dar a los sonidos más fuerza o dulzura o más dureza o blandura.

Consta de una cinta, hecha con crines de caballo o cerdas, y de una vara estrecha, de curva suave, normalmente de madera de pernambuco que permite, por medio de un tornillo que se aprieta o afloja, asegurar la tensión de las crines, las cuales frotan las cuerdas del instrumento para producir el sonido.

Dependiendo del luthier el número de cerdas varía.

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