El hongo, una especie de Ophiocordyceps, tiene como objetivo a las hormigas que habitan en la selva tropical tailandesa.

El parásito secuestra el sistema nervioso de las hormigas, lo que las lleva a comportarse de forma anormal y bastante específica, de modo que ayuda al hongo a reproducirse.

No es un fenómeno nuevo. Se cree que sucede desde hace por lo menos 48 millones de años y ya en 1850 el naturalista británico Alfred Russel Wallace, lo había observado en Indonesia.

Este hongo se desarrolla en las cabezas de las hormigas carpinteras tropicales (Camponotus Leonardi) y las manipula hasta lograr las condiciones ideales para su reproducción.

Una vez infectadas, comienzan a caminar de forma errática y tienen convulsiones. Por esto, caen de sus nidos en las copas de los árboles y no pueden regresar a ellos. Con esta estrategia el hongo las obliga a permanecer en el sotobosque, donde las condiciones más frescas le permiten desarrollarse mejor.

Mientras tanto, continúa creciendo dentro hasta que, al mediodía, cuando el sol está más fuerte, las hace morder la vena principal en el envés de una hoja.

Las hormigas infectadas no se pueden separar, ni después de muertas, de la hoja que mordieron.

A los pocos días, el hongo comienza a salir por la cabeza de la hormiga y crece durante unas tres semanas.

Cuando alcanza su tamaño ideal, libera nuevas esporas con el fin de infectar a otras hormigas que se encuentren en el área.

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