Una lámpara de incandescencia es un dispositivo que produce luz mediante el calentamiento por efecto Joule de un filamento metálico, en concreto de tungsteno, hasta ponerlo al rojo blanco, mediante el paso de corriente eléctrica.

El filamento tiende a evaporarse, por lo que la ampolla se rellena con un gas inerte que evita esta situación y así elevar la temperatura de funcionamiento. El gas utilizado suele ser el argón. A veces se mezcla con nitrógeno.

Mención aparte merecen las lamparas llamadas halógenas . En estas se añade al gas de relleno un halógeno, iodo, flúor o bromo. Con ello se consigue un ciclo de regeneración del filamento

Con la tecnología existente, actualmente la lámpara incandescente se considera poco eficiente, ya que el 80 % de la electricidad que consume la transforma en calor y solo el 20 % restante en luz.

Además de ayudar a disminuir la evaporación del tungsteno del filamento, cada gas tiene un beneficio diferente durante el uso. Las bombillas de luz llenas de criptón y xenón no queman tanto como las llenas de argón.

Estos tipos de gases también tienen grandes átomos de gas argón, haciéndolos más eficaces en el rebote de los átomos de tungsteno de vuelta al filamento de luz. Esto resulta en bombillas más duraderas.

Otros tipos de tecnología de bombillas, como las luces LED, no contienen gases; las bombillas incandescentes que contienen un filamento revestido son los tipos primarios que contienen algún tipo de gas.

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