La emperatriz Carlota ha robado los reflectores de la historia imperial de México. Sin embargo, antes de ella México ya había visto una emperatriz consorte: se trata de Ana María, esposa de Agustín de Iturbide, primer Emperador de México.

Bautizada bajo el nombre de Ana María Josefa Ramona Juana Nepomucena Marcelina Huarte y Muñiz, nació en la ciudad de Valladolid (actual Morelia), Michoacán el 18 de enero de 1786.

Fue hija del alcalde provincial Isidro Huarte y Arrivillaga y de una noble criolla Ana Manuela Sánchez de Tagle. Perteneció a una de las familias más poderosas de Michoacán, cuya influencia alcanzó los poderes políticos, económico y religioso.

El 18 de mayo de 1822 Agustín de Iturbide fue entronizado y Ana María se transformó en emperatriz del Anáhuac. La coronación se llevó a cabo el 2 de julio del mismo año en la Catedral de la Ciudad de México. Para su manutención se les asignó un millón y medio de pesos, servidumbre, títulos y el cumpleaños de Agustín de Iturbide fue declarado fiesta nacional.

Debido al clima político el 19 de marzo de 1823 Iturbide abdicó y la familia imperial lo acompañó en el exilio en Italia y Londres. Un año más tarde retornaron a México. El 16 de julio de 1824 Agustín de Iturbide fue aprehendido y fusilado.

En la pobreza y total abandono familiar, la exemperatriz murió el 21 de marzo de 1861. Fue enterrada en el cementerio de la Iglesia de San Juan Evangelista. En una tumba austera, sólo se grabaron las siglas AMH.

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